domingo, 9 de enero de 2011

La Rosa Púrpura de El Cairo

Para empezar, diré que esto no está siendo como yo predecía. Pretendía escribir no menos de cuatro o cinco “críticas” a la semana sobre cine, música y algún que otro leve comentario sobre eventos o “cotilleos” y no se por qué razón sólo he hablado de tres tristes películas en un mes. Pero prometo (intentar) que esto coja algo de velocidad ahora que han empezado las rebajas, que estoy de exámenes, que tengo que grabar un spot y que me he propuesto escribir un guión. En resumen, ahora que tengo tanto tiempo libre.

Hoy hablaré de una película que vi el otro día en el cine Doré, al que -a los que se consideren unos sibaritas intelectuales o a los que simplemente les guste el cine en versión original en un restaurado cine antiguo por 2’50- recomiendo visitar.


LA ROSA PÚRPURA DE EL CAIRO (1985) de Woody Allen

Cecilia (Mia Farrow) es una mujer que vive trabajando como camarera práctica y enteramente por y para su marido (Danny Aiello), quien no solo se encuentra en paro, sino que no hace nada para cambiar su situación.
En plena Depresión, Cecilia tiene que deslomarse consiguiendo un dinero que, agradecido con un gran desprecio, cae en saco roto.

Como tantas otras personas, acude con asiduidad al cine como medio para escapar de su rutina diaria y viajar a mundos en los que la preocupación no tiene lugar.
Día tras día, Cecilia se acerca al cine a ver la misma película una y otra vez, hasta que una noche, uno de los personajes (Jeff Daniels) deja de actuar, se dirige a ella y sale de la pantalla para conocerla.


En mi opinión, una de las mejores películas de Woody Allen. Comedia romántica en la que el equilibrio entre el humor sarcástico y la sensatez está perfectamente conseguido. 
La actuación de Mia Farrow define sin esfuerzo la fragilidad e ingenuidad del personaje, que sufre un maltrato evidente pero que no se muestra en pantalla. Su personalidad educada, tradicional y fiel la convierte en una figura casi adorable.


El contraste entre los dos mundos, los cambios del color al blanco y negro, la magia y el poder del cine de la época… compara de forma oculta esa “fantasía” con la realidad y, como si se tratase de una utopía o un sueño inalcanzable, nos baja de la nube de sopetón.